**La situación de pandemia nos sacó del modo automático y nos puso en el modo «dentro de la caja, frente al espejo.
**Y con tantos cambios al mismo tiempo y nuevas miradas sobre tantas situaciones, ¿Te has mirado ?
**Te invito a lectura de mi columna, antes de regalar una respuesta 😉
Una vez, antes de estar en este contexto de pandemia, me apresuré a una farmacia. No pude encontrar el producto que necesitaba y estaba agitada, porque tenia horário para llegar a una reunión. De repente, escucho una voz amable que pregunta: «¿Puedo ayudarla?» y más que un agradable registro vocal, me encontré con un par de ojos extremadamente expresivos, que tenían la misma amabilidad del habla y expresaban el sincero deseo de ayudarme en lo que fuera necesario. En 2 minutos, tuve el producto en mis manos.
El mismo asistente fue al cajero para acelerar los pagos y evitar las filas. Casualmente, terminó respondiéndome una vez más y comentó: «Me di cuenta de que tenías prisa, espero haber sido de ayuda»
Sonreí, agradecí a el y en el siguiente momento, estaba en camino a mi reunión. La sensación de prisa había pasado, pero la mirada de minutos antes me marcó. ¿Y porque? Porque no me di cuenta de la situación o de lo que estaba transmitiendo a mi alrededor (para mí fue una agitación «normal», pero para los alrededores fue una prisa gigante, jajaja).
Fué necesario una mirada externa y amable para “caer las fichas” y, al mismo tiempo, hacerme pensar: “Vivir en este estado de prisa o urgencia, ¿me lleva a qué? Solo me conecta a una realidad automática y no me permite verme a mí misma, ya que el enfoque es externo, y siempre se está corriendo para alcanzar … Y al final, ¿llegar a donde?
Y si no me veo o no me percibo, ¿cómo puedo percibir al otro? ¿Cómo me conecto conmigo para poder conectarme con el otro? ”. Las preguntas fueron «martillando» por un tiempo, sin respuestas listas, hasta que la prisa con gran audacia y sin tocar la puerta, entró y tomó el espacio nuevamente, llevando al «famoso»modo automático.
Meses después, las preguntas volvieron y de una manera muy intensa. y quién las trajo no fue una mirada amable, fue un contexto extremadamente delicado. Ahora, el espacio es el mismo desde la mañana hasta la noche. ¡El tiempo es el mismo, pero el apuro continúa! ¿Y de dónde viene?
En un patrón, hábito, modo «antiguo», que ahora ya no sirve. Ante nuestros ojos, el día que pasa en un instante, nos «obliga» a mirarnos a nosotros mismos, todo el tiempo, y a notar la presencia de ansiedad, frustración, ira, tristeza, melancolía, que estaban “vestidos de prisa” en otras ocasiones y llévandonos al modo automático.
Pero también hay la oportunidad de darnos cuenta o despertar a nuestro lado excelente y que hasta este momento podria estar adormecido. Descubrimos cómo somos obstinados, resilientes, creativos, buenos, divertidos y aprendemos a celebrar con pasión, cada logro diario, cada reinvención intuitiva, que anteriormente pasaba desapercibida.
La situación de pandemia nos sacó del modo automático y nos puso en el modo «dentro de la caja, frente al espejo», para que podamos vernos, percibirnos, darnos la bienvenida, sanarnos, para que sea más fluido, más sincero y más leve el encuentro y la percepción con el otro.
No es fácil cambiar un hábito, una actitud, una postura, un pensamiento, que a menudo está presente durante tantos años, pero es posible. Con días de buena voluntad y amabilidad con uno mismo, con otros días de ira y exigencia interna, seguimos este camino no lineal en la búsqueda de suavizar las situaciones y percibir más. Te invito a que te mires con mucho cariño y autocompasión y, con eso, des el primer paso hacia la mejor versión de ti mismo. ¿Te animas?